Desde el lado de la
intuición: La observación de las actividades realizadas por los alumnos.
La observación es una
técnica que utiliza el profesor en forma incidental o intencional al enseñar
y/o cuando los alumnos aprenden en forma más autónoma. Observar lo que los
alumnos dicen o hacen cuando aprenden es imprescindible para la realización de
la evaluación formativa, que en este caso puede ser más informal o semiformal.
De entre las
actividades realizadas por los alumnos, el profesor puede dirigir su atención a
los siguientes aspectos: el habla espontaneo o inducida de los alumnos, las
expresiones y aspectos paralingüísticos, las actividades que realizan los
alumnos, y los productos que ellos elaboran.
La observación puede
hacerse más sistemática cuando se planifica. Existen varias técnicas e
instrumentos que pueden ayudar a sistematizar el acto de observación en la
evaluación formativa. Por ejemplo:
·
Registros
anecdóticos
·
Listas
de verificación
·
Diarios
de clase elaborados por el profesor
·
Diarios
o bitácoras de los alumnos
Desde el lado de la intuición: La exploración
a través de preguntas formuladas por el profesor durante la clase.
A partir de los
análisis realizados sobre el discurso que utiliza el profesor en clase, se sabe
que dos terceras partes del mismo consisten en preguntas (y explicaciones)
dirigidas a los alumnos, las cuales son elaboradas en su mayor parte con base
en los temas abordados en la enseñanza (Coll y Solé, 1990).
Las preguntas que el
profesor suele hacer en el aula se elaboran con el fin de estimar el nivel de
comprensión alcanzado por los alumnos sobre un tema que se está revisando en
clase y con base a ello proporcionar de manera oportuna algún tipo de ayuda
requerida.
Otro asunto relevante a
la hora de plantear preguntas a los estudiantes es saber reconocer que se
requiere un tiempo apropiado para que piensen y elaboren la respuesta. También
se necesita plantear las preguntas en un marco comunicativo y no estrictamente
inquisidor, haciendo participar al grupo, incluso, para que los alumnos mismos
se hagan preguntas entre sí.
Genovard y Gotzens
(1990) han expresado que existe evidencia de una correlación positiva entre la
frecuencia de preguntas elaboradas en clase y el nivel de rendimiento de los
alumnos, debe decirse que la elaboración de preguntas hechas por el profesor
precisan ser confeccionadas: 1) sobre
las bases de las intenciones u objetivos de clase, o de la temática abordada,
2) deben demostrar pertinencia y no disgregar la atención de los alumnos hacia
asuntos irrelevantes, 3) deben explorar un procesamiento profundo de la
información y no sólo solicitar la mera reproducción de la información
aprendida.
Entre la intuición y la
instrumentación: los trabajos y tareas que los alumnos realizan dentro y fuera
en clase.
Por lo común el
profesor suele plantear a los alumnos una serie de actividades, con el fin de
valorar el nivel de comprensión o ejecución que sus alumnos son capaces de
realizar en varios momentos del proceso de enseñanza y aprendizaje. Estas
actividades generan productos de diverso tipo que pueden ser realizados de forma
individual o colaborativa, dentro del
horario escolar o fuera de éste. Lo importante ante todo en el
planteamiento de los trabajos y tareas a los alumnos, es que éstos alineados
con los objetivos de aprendizaje y se presenten de manera tal que no resulten
aversivos o carezcan de sentido para los alumnos.
Los trabajos
encomendados ya sea que se elaboren de manera individual o colaborativa, se
deben plantear de tal modo que den oportunidad a los alumnos para reflexionar,
profundizar y practicar sobre determinados conceptos o procedimientos que se
están enseñando y/o aprendiendo y no para que realicen una práctica ciega y
estereotipada de los saberes aprendidos. Pero también son importantes para el
profesor porque una vez que se efectué, revisan y devuelven le permite valorar
o estimar, sobre la marcha, en que momento del aprendizaje se encuentran sus
alumnos y que representaciones o significados han logrado construir.
En este sentido, los
trabajos y ejercicios realizados en clase son importantes recursos para que el
maestro pueda desarrollar una evaluación formativa, permitirle tomar decisiones
para la regulación interactiva o, si es necesario, la retroactiva o proactiva.
Sobre la evaluación de
los trabajos y las tareas de los alumnos pueden emplearse distintas estrategias
en las que se involucre de manera directa a los estudiantes como evaluadores.
Quizá son los momentos más oportunos en los que puede enseñarse a los alumnos
cómo evaluar sus procesos y productos.
Desde el lado de la
instrumentación: Lar rúbricas.
Las rubricas son guías
de puntaje que permiten describir, a través de un conjunto amplio de
indicadores, el grado en el cual un aprendiz está ejecutando un proceso o un
producto (Ahumada, 2003; Airasian, 2001). Permiten apreciar niveles progresivos
de competencia o pericia y cómo los alumnos transitan de un nivel dado a otro.
Así, quizá la cuestión más relevante que tienden estos instrumentos de
valoración sea la cualificación entre los distintos niveles de desempeño que
pueden ir desde los más básicos o incipientes hasta los más elevados o
competentes, pasando por los niveles intermedios, por lo cual son excelentes
recursos para una evaluación formativa y también formadora, en tanto que
proporcionan de forma explícita y pública los indicadores que guían las
evaluaciones, las retroalimentaciones de los profesores (o de otros alumnos) y
la apropiación de criterios por parte de los estudiantes.
Algunas de las
características más importantes de las rúbricas como instrumentos de evaluación
son los siguientes:
Ø
Son
instrumentos de evaluación auténtica.
Ø Facilitan la evaluación de
competencias complejas.
Ø Están basadas en criterios de
desempeños claros y coherentes.
Ø Describen lo que será aprendido.
Ø Son esencialmente descriptivas y
enfatizan una evaluación cualitativa, aunque no se excluye lo cualitativo.
Ø Ayudan a los alumnos a supervisar el
progreso de su aprendizaje y valorar su propio desempeño.
Ø Ayudan a fundamentar los juicios
evaluativos dando mayor objetividad.
Ø
Permiten
el ejercicio de la evaluación, coevaluación, evaluación mutua y autoevaluación.
De acuerdo con algunos
autores (Ahumada, 2003; airasian 2001; Díaz Barriga 2005) son varios los pasos
para diseñar y usar las rubricas. Dichos son presentados a continuación.
Seleccione
la competencia o capacidad o el producto a evaluar.
1.
Observar
y examinar algunos ejemplos modélicos.
2.
Identifique
los indicadores de desempeño para el proceso o el producto.
3.
Decida
el número de niveles de clasificación para la rúbrica, usualmente de tres a
cinco.
4.
Formule
la descripción de los criterios de ejecución en el nivel superior.
5.
Elabore
la descripción de los criterios de ejecución en los niveles restantes.
6.
Construir
la matriz.
7.
Seleccione
el nivel de ejecución que describe mejor el desempeño de cada estudiante.
8.
Asigne
cada alumno a un nivel de ejecución.
Hay dos tipos de
rúbricas de calificación: las holísticas y las analíticas (Airasian, 2001;
Arends, 2007). Las holísticas se emplean para valorar el desempeño o el
producto como una totalidad integrada. En forma opuesta, en las rúbricas
analíticas la evaluación se hace atendiendo a los distintos componentes del
desempeño o del producto en forma separada.
El uso que se haga de
las rúbricas es lo determina su verdadero potencial. Las rúbricas suelen
asociarse con situaciones de evaluación autentica como pruebas de desempeño,
proyectos, ensayos, solución de problemas, análisis de casos, portafolios, etc.
Las rúbricas pueden
ayudar a los maestros y a los alumnos de la siguiente forma:
A los maestros:
Ø
Especificar
indicadores para orientar y focalizar la situación didáctica.
Ø Especificar y precisar indicadores
para mejorar la evaluación de competencias, habilidades y productos complejos
desarrollados o realizados por los alumnos.
Ø Mejorar la consistencia de sus
evaluaciones, y realizar procedimientos evaluativos más justos.
Ø Proveer descripciones informativas
sobre el desempeño del alumno a padres y alumnos.
Ø
Utilizarla
en la evaluación formativa.
A los alumnos:
Ø
Clasificar
los desempeños meta.
Ø Puntualizar lo que es importante en un
proceso o un producto.
Ø Favorecer la autorregulación de sus
aprendizajes.
Ø
Hacer
factible y favorecer la evaluación mutua entre compañeros y la autoevaluación
de sus desempeños.
La evaluación de
portafolios.
Una técnica de
avaluación que por sus características puede utilizarse como evaluación
formativa, dado que permite captar los procesos educativos en su dimensión más
diacrónica, es la evaluación por medio de portafolios.
Consiste en hacer una
colección de producciones o trabajos e incluso pueden contener o compilar otros
instrumentos o técnicas evaluativas tales como cuestionarios, mapas
conceptuales, exámenes, etc. que los aprendices realizan durante un cierto
episodio o proceso educativo y que tratan de mostrar su esfuerzo, progreso y
logros durante el mismo (Barberá, Gewerc y Rodeiguez, 2009; Díaz Barriga, 2005;
Klenowski, 2005; King y Campbell-Allan, 2000; Prendes y Sánchez, 2008;
Quintana, 1996)
Lo más importante en la
evaluación de portafolios es que permite la mirada, el análisis y reflexión
conjunta entre docentes y alumnos sobre los productos incluidos y sobre los
aprendizajes logrados.
Para llevar a efecto
una evaluación de portafolios se requiere (Barberá, 2005):
1.
Que
se defina con claridad el o los propósitos para el cual se elabora.
2. Que se propongan criterios para el
problema de la inclusión y colección de los trabajos en el portafolio.
3. También es necesario definir criterios
para valorar los trabajos y actividades de reflexión.
4.
Publicación
del portafolio.
Para Barberá (2005) la
elaboración del portafolio del estudiante puede requerir de varias actividades
cognitivas que hacen de él una experiencia de aprendizaje completa. Según esta
autora cuando se elabora el portafolio se demanda al estudiante: a) la
comprensión del fenómeno, b) selección relevante; c) justificación explicativa;
el empleo de habilidades metacognitivas y reflexivas.
Algunas de las ventajas
de la evaluación de portafolio son las siguientes (Cassany, 1999; King y
Campbell-Allan, 200; Quintana, 1999):
Ø
Permite
ver los trabajos de los alumnos a través de una “lente” distinta, por medio de
la cual es posible evaluar el progreso de las producciones y de los procesos
que las originan.
Ø Tiene un componente formativo y puede
ser integrada al proceso de instrucción.
Ø Permite que los alumnos reflexionen
sobre su propio aprendizaje y que dicha reflexión pueda incidir en actuaciones
futuras.
Ø Fomenta la coevaluación, la
autoevaluación y la evaluación mutua.
Ø Permite al docente reflexionar sobre
las estrategias pedagógicas que utiliza.
Ø Tiene más validez de contenido que una
prueba, dado que evalúa diferentes producciones en un cierto lapso de tiempo.
Ø
Es
una evaluación más auténtica y menos artificial.
Más recientemente se
han popularizado, sobre todo en el ámbito de la educación superior, los portafolios
electrónicos (también llamado e-portafolios) que incluyen una colección de
trabajos multimedia (textos, hipertextos, fotografías, audio y videos, así como
base de datos, algunos programas informáticos, etc.), que permiten las TIC y
que pueden guardarse en los discos duros de las computadoras, pero también en
memorias externas como discos compactos, memorias USB o bien acceder a ellos en
sitios o páginas de internet, lo que facilita el enlace entre los productos, la
interactividad entre ellos y la presentación de detalles adicionales (hipervínculos).
Igualmente los portafolios electrónicos posibilitan el intercambio entre
profesores y alumnos en beneficio de entregas, devoluciones, calificaciones,
etc. e incluso es posible compartirlos con otras personas por medio del
internet (Prendes y Sánchez, 2008)
Pruebas o exámenes.
Se podría definir los
exámenes, en su forma típica, como aquellas situaciones controladas donde se
intenta verificar el grado den rendimiento o aprendizaje logrado por los aprendices.
Supuestamente los
exámenes, especialmente los altamente estructurados o cerrados, son recursos
que han aparecido en el ámbito educativo con la intención de lograr una
evaluación “objetiva”, libre lo más posible de interpretaciones subjetivas del
evaluador. Otra característica adicional asociada al examen es la supuesta
posibilidad de “cuantificar” el grado de rendimiento o aprendizaje, a través de
calificaciones consistentes en números.
Los exámenes pueden ser
al menos de dos tipos: los estandarizados y los formulados por los profesores
según las necesidades del proceso pedagógico.
Los exámenes están
construidos por medio de un conjunto de reactivos, cuyo nivel de estructuración
influye de manera importante en el tipo de procesos cognitivos y de aprendizaje
significativos que logran los alumnos.
Evaluación por mapas
conceptuales.
Son una alternativa
interesante para la evaluación de contenidos declarativos (Moreira y Novak,
1998; Novak y Gowin, 1988, Ontoria 1992) Los mapas son recursos gráficos que
permiten representar jerárquicamente conceptos y proporciones sobre un tema
determinado.
La evaluación, a través
de los mapas conceptuales, puede realizarse según tres variantes que atiendan
en mayor o menor medida cada uno de los aspectos:
1.
Solicitar
su elaboración a partir de que el profesor proponga una temática general o un
concepto nuclear.
2. Solicitar que los alumnos los elaboren
a partir de un grupo o lista de conceptos que el profesor puede proponer.
3.
Dar
a los alumnos la estructura de un mapa conceptual sobre un tema determinado y
pedirles que incorporen en él los conceptos que consideren necesarios.
Los mapas también
pueden servir como guías de entrevistas o de observación en clase. En este caso
el profesor puede construir primero el mapa y con base en éste, conformar una
entrevista con una serie de preguntas clave sobre conceptos y proposiciones
centrales de una temática. A través de las preguntas dirigidas de manera
individual a los alumnos es posible intentar hacer una valoración de sus
concepciones o ideas.
Evaluación del
desempeño.
Estas consisten en el
diseño de situaciones donde los aprendices demuestran ejecutar sus competencias
o habilidades aprendidas ante tareas genuinas tales como aplicar una técnica de
primeros auxilios, escribir un texto argumentativo, ejecutar una pieza musical,
escribir una crónica, diseñar un proyecto o experimento, solucionar un conjunto
de problemas matemáticos, ect. (Arends, 1998; Gage y Berliner, 1992).
Puede decirse que
intenta valorar el uso funcional y flexible de lo aprendido y que constituyen
una alternativa interesante a la evaluación de papel y lápiz tradicional.
Las evaluaciones de
desempeño tienen la ventaja de plantear situaciones menos artificiales que las
puestas por las pruebas escritas y de evaluar aspectos que las típicas pruebas
objetivas simplemente no pueden.
En la evaluación de
desempeño se pide a los alumnos demuestren ciertas habilidades, destrezas o
conductas en una situación de prueba. Mientras que la evaluación auténtica
demanda que los aprendices demuestren dichas habilidades, destrezas o conductas
en situaciones de la vida real. En pocas palabras, una evaluación auténtica es,
por definición del desempeño no siempre es una evaluación auténtica (Meyer,
1992).
El uso de la evaluación
con pruebas de desempeño lógicamente requiere que, en la misma situación de
enseñanza, los alumnos se enfrenten a situaciones o tareas que tengan
características similares, es decir, que sean actividades genuinas y
preferentemente contextualizadas.
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